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Actualidad: La memoria de Elisabeth Kalhammer, la criada de Hitler.


Elisabeth Kalhammer, la mujer que sirvió al "Gran Dictador", Hitler, ha realizado una serie de declaraciones sobre la vida íntima del führer y su mujer, Eva Braun.


Lisbeth, como ellos la llamaban, entró a trabajar al hogar del dictador cuando tan sólo tenía 18 años. La joven, que vestía con un mandil blanco, estaba obligada a guardar silencio de todo lo que viera o escuchara dentro del hogar de descanso de su señor. 

Entró a servir en su residencia de los Alpes bávaros en 1943, y nos han sorprendido enormemente las palabras que ha dicho en la entrevista con el períodico austriaco 'Salzburger Nachrichten' "Podía pensar, pero no hablar".
La austriaca declaró que tuvo miedo al ver que fue aceptada para trabajar en aquella casa tras pasar por el control de las SS, a sabiendas también de que todo lo que escuchase no podía salir de ahí, y que como castigo tendría la clausura en el lugar. Confesó que a su madre no le gustó la idea de entrar a trabajar para, quizás, el hombre más importante de la Alemania de aquellos años.
Según sus palabras, pocos trabajadores tenían pase de entrada a las 'salas privadas' del führer; ella se ocupaba de tareas como coser y limpiar. A Eva Braun, su mujer, la recuerda como alguien elegante y muy amable. Recuerda en especial unas Navidades en las que la señora le encargó unos calcetines de lana para los soldados del frente oriental.
Declaró también que no tuvo nunca que hablar con Hitler, pues nunca se encontró frente a frente con él, pero sí sabía sus gustos, como el agua caliente y su selección de pasteles. «Hitler seguía una estricta dieta para la que tenía a su propia cocinera y sólo bebía agua caliente. Pero bien entrada la noche, Hitler se escapaba hasta la cocina donde no podíamos dejar sin preparar uno de los esos ’pasteles del führer’: un pastel de varias capas de manzana con nueces y pasas», dijo la austriaca.
"Cuando Hitler salía a pasear fuera, estaba prohibido observarlo. Sólo podíamos verlo a través de las cortinas", asegura.

El 14 de julio de 1944 fue la última vez que vieron a Hitler en Berghof, seis días antes del atentado contra su persona, del que resultó ligeramente herido. Desde aquel momento el terror creció entre los trabajadores, y recuerda cómo trasladaban los tesoros del dictador al bunker para el que había que bajar 95 escalones. Entre todas esas cosas, Lisbeth destaca un gran número de libros y cuadros.
El avance de los aliados hizo que el terror fuese en "crescendo", y recuerda cómo les contaban historias horribles sobre los negros para evitar que huyesen del lugar. «Para que no saliéramos huyendo nos contaban que los negros venían a cortarnos el pelo y a violarnos», declara la austriaca.
Ella, desobedeció y huyó y, con la ayuda de una amiga, llegó a la casa de su madre dos días antes del final de la guerra.
Hoy en día vive en Salzburgo, Austria.


GALATEA
Soy un llaverito. Todo esto se me ocurre mientras me ducho. Amante del arte, la literatura y la música.Escribo porque soy una mina conmigo misma. Saltar de mi cuna fue un error. Mi palabra favorita es acrílica. Como mucho tomatito con sal. Me gustan las flores y el vino.

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